Monday, February 12, 2007

CULTURA DE GENIOS

La palabra “genio” ha sido tan sobreusada que se ha convertido en una molestia. Especialmente entre los artistas. Hoy en día, está cabrón conocer a un escritor, cineasta, músico, pintor que no se refiera a alguno de sus colegas contemporáneos como “genio”. No se bien a que se deba esto. Puede ser a la necesidad interna del individuo de sentirse parte de algo importante, al anhelo de reconocer en nuestro tiempo y lugar, en nuestras cercanías, algo valioso. ¿Y cómo definir a un genio? ¿En qué consiste, realmente, ser genial? ¿Hay categorías? ¿Niveles? ¿Clases o tipos? ¿Es lo mismo un genio que un virtuoso? ¿Cual es la cualidad, la chispa que hace sea más que simplemente notable? ¿Que sea genial?

Si es difícil decidir esto en los términos puramente cuantitativos de las ciencias exactas, en el arte se convierte en una pesadilla. ¿Cómo lo juzgas? Usando una escala, se podría decir que para genios, Leonardo da Vinci. Y de ahí para abajo. Si Mozart era un genio, ¿John Lennon era un genio? ¿Se pueden comparar? Honestamente no lo sé. El término se ha usado tanto, que al menos una vez al mes leo sobre alguien que es un genio. Pero si todos son genios, entonces nadie es genio.

Menciono todo esto porque en THE DEVIL AND DANIEL JOHNSTON, el documental que cuenta la bizarra y triste historia del músico de culto americano, más de uno se refiere a él como un genio. Un genio musical que, sin embargo, nunca pudo aprender a tocar la guitarra decentemente. Pero eso nunca lo detuvo. Tampoco significa que el tipo no haya hecho, en sus propios términos limitados, música tan de corazón, tan cruda en su expresión emocional, que haya logrado el éxito y rebasado sus defectos. Si la música es mayormente sentimientos, él supo como explotarlo.

No quisiera entrar en detalles sobre la vida de Daniel Johnston, para eso está la película. Basta con mencionar lo más importante: un chico muy imaginativo y altamente creativo de USA decide ser “artista” y lo logra por pura convicción, pero una combinación de su enfermedad mental, sus demonios personales y el abuso de drogas lo llevan casi a la perdición total, no sin antes convertirse en artista de culto para gente como Kurt Cobain, Sonic Youth y Beck, así como otros miles de fans alrededor del mundo. En el proceso, casi destruye a su familia, su manager y a sí mismo.

Las razones de su éxito pueden ser muchas. Además de su determinación, está la suerte y el apoyo incondicional de otros. Y claro, su música y arte gráfico, que sólo se pueden calificar de “originales”. Sí, el tipo no sabe tocar la guitarra, pero sí sabe lo suficiente de música como para tocar bastante bien el piano, aunque se niega a hacerlo. Las canciones de sus letras podrían ser tomadas como enormes bromas de no ser por el crudo sentimiento y sinceridad que las acompañan. Su estilo musical es un acto de rebeldía en una época (de los 80’s para acá) en que la rebeldía ya no es más que un atributo más de los productos musicales.

La película es un viaje biográfico que intenta crear empatía por un tipo que a la larga parece hacer todo por perderla. Y la película lo logra. Si no te convence de que Daniel Johnston es un genio, al menos sí de que es un artista original y un individuo interesante. A lo largo de su duración, logra ponerte de su lado, quieres que logre su cometido, quieres que venza los obstáculos, se convierte en un héroe, un quijote. Por otro lado, es un excelente retrato de la fina línea en la que se mueve la efervescencia creativa y la demencia total. Johnston parece haber nacido para quedarse atrapado ahí sin remedio.

Las peripecias en las que Johnston se mete son dignas de leyenda, y su naturaleza auto destructiva lo hacen una figura fascinante. Pero el ángulo que más me interesó del personaje, y que no creo que haya sido intencionalmente incluido en el documental, es el de Johnston como resultado del choque cultural que surgió de la revolución ideológica de los sesentas y sus resultados. Hijo de una familia religiosa pero con tendencias liberales, Johnston nunca pudo reconciliar esas dos vertientes en su persona. Por un lado, un chico libre que quiere ser artista y vivir la vida del rock and roll, por el otro, un joven que aunque se negaba a ir a la iglesia, quedó marcado para siempre por la imaginería religiosa que se metió en su psique y nunca se fue. Por otro lado, es un hijo de los sesentas en el sentido de que no le bastaba simplemente ser músico o dibujante. Él quería ser famoso. Para él, ser artista significaba no solamente dedicarse al arte, sino ser reconocido por él. Su obsesión por la fama es un motor tan importante para él como su impulso de sentarse a escribir una canción. Nada lo hace más feliz que salir en MTV. Es de esos niños post era hippie que sueñan con dejar sus trabajos en McDonald’s y ser ricos y famosos de la noche a la mañana, siendo descubiertos como los grandes genios creativos que se han convencido de que son.

En ese sentido, la película se torna emocionalmente desgarradora cuando el protagonista logra su objetivo y en vez de darle la paz esperada, sólo lo catapulta a lo que literalmente se le puede llamar un infierno. No creo que sea importante si Daniel Johnston es un genio, personalmente no lo creo, sé que hay miles de Daniel Johnstons ahí afuera, soñando con ser famosos por su talento, pensando en las posibilidades del éxito. Pero para el final de la película, si algo queda claro es que ser o no ser genio en realidad no es importante.

Que el director nunca juzgue a Daniel Johnston constituye su mayor acierto. Deja que solo nos cuente su historia y nosotros saquemos las conclusiones. Supongo que cada quien interpretará la historia y sus imágenes como quiera. Habrá quienes verán en el hombre gordito y apaleado por la vida, tocando en Suecia y vendiendo sus dibujos por miles de dólares a un tipo que ríe al último. Habrá quienes sientan tristeza de alguien cuyas aspiraciones artísticas siempre estuvieron contaminadas y desviadas por una sed de fama y reconocimiento superficial. Habrá quienes crean que el tipo está completamente loco. Seria interesante, tal vez más que esta película, otra en la que en vez de crear simpatía por una figura así se intente llegar al fondo del por qué un tipo que evidentemente tenía serios problemas mentales logra un éxito producto, en gran medida, debido a ellas, y que analice la clase de cultura en la que vivimos, en la que hay genios por todos lados.



BRAVEHEART EN YUCATÁN

Ahora resulta que aquí en México toda la banda es experta en la cultura maya. Gente que no ha leído un libro sobre el tema en su vida ha condenado a APOCALYPTO por retratar de forma “deplorable” a “nuestros ancestros”. Sí, también ahora resulta que nomás porque nacimos en territorio mexicano, por default, los mayas son nuestros ancestros.

Así es, para mucha gente los mayas son ancestros. Están muertos. Desaparecieron hace mucho mucho tiempo por culpa de los españoles. Y todos esos indios del sur de México, Guatemala, Belice, Salvador y Honduras no son más que una bola de indios huevones en el peor de los casos, y unos pobrecitos desafortunados en el mejor. Aunque en realidad, ellos son mayas.

Lo peor de APOCALYPTO no son sus “errores” históricos, sino la santurronería con la que han saltado todos, desde “indigenistas” profesionales, pasando por los amateurs hasta los fresijipis que lo único que saben de los mayas es lo que le han escuchado a otros fresijipis más viejos que ellos, para quejarse de la visión “errónea” del no menos desquiciado cineasta Mel Gibson.

Hablemos primero de lo que sí es APOCALYPTO. Es una película de acción, típicamente hollywoodense, afín a la obra de su director, en la que un individuo de una comunidad pacífica ve su vida casi destruida por la invasión de otro grupo más fuerte que intenta acabar con ellos, y por consiguiente tiene que buscar la manera de liberarse. Básicamente, es Braveheart en Yucatán. El twist aquí es el discurso. La película argumenta que una cultura grandiosa que se convierte en imperio sólo puede terminar debido a sus propios vicios y errores. Si bien como espectáculo visual y auditivo, APOCALYPTO es impresionante y tiene toques de genialidad (la ví en el IMAX, eso ayuda), sus ambiciones como exploración de la decadencia de una gran cultura se quedan un poco a medias. Para Gibson, como ya lo demostró en La Pasión de Cristo, la decadencia se puede expresar en formas simplistas como exceso de violencia, comportamientos grotescos y asquerosidades de todo tipo. Sacrifica, a favor del ritmo vertiginoso y el espectáculo, una exploración más profunda de este aspecto de su argumento. Lo único que sabemos de esta cultura decadente, es que invaden pueblos pacíficos, matan, violan y hacen todo tipo de cosas muy feas, pero no hay mayor análisis de lo que, en teoría, sería la podredumbre interna, o las causas de la muerte moral y espiritual de esa cultura. Existen teorías, por ejemplo, que dicen que los procedimientos agrícolas de los mayas se jodieron la selva y eso influyó en su decadencia, lo cual hubiera sido un buen paralelo con nuestro mundo actual, más nada se menciona de algo así (hubiera estado chido, los fresijipis se hubieran enojado más). Sin embargo, la película no sufre demasiado por eso. Es tan ágil y eficiente en su narrativa, y funciona tan bien como película de acción, que no creo que vaya a haber otra cinta de su género en el año que logre tan bien su cometido. Digamos que, para una película hablada en maya, sin estrellas, y con el nivel de violencia que contiene, prueba que cualquier tipo de escenario funciona si la historia y el desarrollo de la misma están bien estructurados.
Ahora hablemos de lo que no es.

APOCALYPTO no es, como algunos han querido decir, un retrato “denigrante” de los mayas. De hecho, como tanto los “buenos” como los “malos” son mayas, y los dos grupos son retratados de formas tan diferentes, es difícil siquiera afirmar que la película trate de hacer un retrato de la cultura completa. Los buenos, por ejemplo, son bastante normales. Los primeros quince minutos de la película se dedican a presentárnoslos. Una pequeña comunidad donde todos trabajan en equipo, ríen, se ayudan. Todavía más, Gibson logra establecerlos a todos como individuos, con cualidades y personalidades distintas. En contraste, los “villanos” no tienen características únicas. Todos se portan y reaccionan igual. Esto va acorde con su discurso. Una sociedad “primitiva” tiene más humanidad que aquella que se ha “civilizado”.

Ha habido quejas por todos lados, en programas de alto nivel intelectual y vibra amigable con los grupos indígenas de nuestro país como “Venga la Alegría” y “Hoy”, de que APOCALYPTO se obsesiona por retratar a los mayas como una bola de salvajes que vivían entre la mierda al tiempo que ignoran el hecho de que eran “unos genios”, que descubrieron el cero, que eran grandes astrónomos, blablabla. Opiniones hechas por gente simplista que no entiende algunas cosas básicas sobre los seres humanos.

Sí, la cultura maya descubrió el cero, y sabemos por sus calendarios, que tenían un profundo conocimiento del comportamiento del universo. Eso lo podemos decir también de los seres humanos de hoy, pero no es lo mismo hablar de Albert Einstein que de los cantantes de reggaeton. El hecho de que los sacerdotes y las altas esferas del poder tuvieran ciertos conocimientos no quiere decir que todos los tenían. El hecho de que los líderes mayas vivían como reyes y apreciaban el arte y las cosas finas de la vida no quiere decir que todo el pópulo estaba igual. La historia del hombre no es así. No lo fue así nunca ni lo es así ahora. ¿Cuánta gente conocen que escucha a Mozart todos los días?

La visión jipiosa de los mayas es de cuento de hadas. Inditos super buena vibra que vivían agarrados de la mano y viendo las estrellas todas las noches, nobles de espíritu inquebrantable, unos “genios”. Aparentemente, un caso único en nuestra historia: una civilización de alcances romanos que llegó ahí nomás por sus buenas intenciones. Guerreros justos que nunca hicieron nada salvaje. ¿Cómo piensan que son las guerras? ¿Cómo piensan que eran las condiciones de vida de la gente no sólo de América, sino del mundo en los 1400?

Esto además, sin considerar el hecho que cualquiera puede encontrar en un libro al respecto o en wikipedia (y que es tan debatible como cualquier otra afirmación), de que la cultura maya tuvo un periodo llamado preclásico y otro posclásico, en el que entra lo que se denomina la “decadencia” maya, y que para cuando llegaron los españoles, los mayas estaban sólo en ciudades-estado que se dividían en dos tipos: de mercaderes y “decadentes”, donde los pobladores ya habían adoptado la visión y costumbres de los aztecas, el imperio del momento, y que puede explicar los similitudes entre las costumbres de los dos grupos que aparecen en la película. Sí, todos los imperios de la historia han tenido una época de esplendor y otra de decadencia y graciosamente todos se han parecido en ese respecto. Mel Gibson ha dicho que su intención con APOCALYPTO es hacer una referencia justamente, de esto, hasta cierto punto, debido a su postura política respecto a la guerra de Irak.

Y por cierto, la llegada de los españoles no está ahí para significar que llegan a “salvar” a nadie. Es un punto bastante claro acerca de cómo cada vez que una cultura termina llega otra y se apodera.

Para cada queja de inconsistencia o inexactitud histórica, hay un contra argumento, y de todos modos, ¿De dónde saca la gente que una película tiene que ser un retrato exacto de una cultura? ¿De dónde sacan que eso es de hecho, posible?

Hay mucha gente ahí afuera que no entiende el arte. No entienden de licencia artística, ni de cómo se puede usar un hecho histórico para argumentar algo como artista. No entienden que una película, incluso un documental, es una realidad alterada cuando mucho, y una ficción, cuando menos. Si quieren saber más de los mayas, deberían de leer un libro al respecto, buscar datos en Internet, y aún así tomar todo con recelo. APOCALYPTO, una película de acción hollywoodense, no es una fuente fidedigna de datos históricos sobre los mayas, de la misma forma en que TRAINSPOTTING no es un retrato fidedigno de los escoceses, SCHINDLER’S LIST de los alemanes, o HARRY POTTER de Inglaterra.