Friday, July 28, 2006

VIRI

Imagino a Silvia Pinal en sus momentos más introspectivos, sentada en algún rincón de su hogar, a punto de dormir, pensando sobre sus acciones en este planeta, poniendo las cosas en la balanza: “Sí”, se dice a sí misma, “hehecho muchas pendejadas en esta vida: ‘Mujer, Casos de la Vida Real...Mame...fui diputada...permití a Alejandra Guzmán ser cantante de rock...pero al menos, hice Viridiana...y El Ángel Exterminador”...

No creo estar exagerando. En más de una ocasión he visto a Pinal hablar de sus colaboraciones con Luis Buñuel, y es evidente como le brillan los ojos, levanta la frente, un dejo de orgullo se dibuja en su rostro. Ella sabe, claro. Ella sabe que no importa lo que haya hecho en su carrera, nada va a trascender tanto como Viridiana y El Ángel Exterminador. Y lo disfruta.

Y yo también. No puedes evitar respetarla. Un loco como Buñuel le pide hacer una película de humor negro sobre una monja santurrona con delirios de salvadora en la que se van a burlar de la iglesia católica y ella estuvo a la altura del reto. Se fue con todo, se entregó.

Viridiana es una de las grandes películas de Buñuel. Siempre provocador, siempre retador, es obvio al verla que necesitamos Buñueles por ahí, que sólo se sientan cómodos incomodando a los demás, que sean duros con todos por igual, que no tomen partido, ni siquiera el propio. Chequen: El mismo Franco, intentando demostrar que la realidad en España bajo su mando no era tan fascista y represora como se decía, le da la bienvenida a Buñuel y le permite hacer una película en España por primera vez en años. Buñuel, genio que es, hace lo que todo artista respetable y con conciencia hubiera hecho: prueba lo contrario.

Muerde la mano que le da de comer, y hace una película tan irreverente que es inmediatamente censurada y provoca que lo corran de España y lo vete el Vaticano para siempre. Imaginen quién rió al último.
La historia de Viridiana es un pretexto para que Buñuel se burle de todos, y tal cinismo lo hace tan refrescante que la película se niega a envejecer. Es sorprendente lo entretenida y divertida que llega a ser a momentos. Sí, Buñuel critica a la iglesia, critica a la monja, critica a los ricos, pero ojo, no hay víctimas. Los pobres, los mendigos, son tan o peor criticados que los demás. Su visión de la humanidad es casi de horror, pero da comfort saber que alguien al menos se la estaba curando de tanta desesperanza.

La gran ironía se expresa en una sola acción a mitad de la película, cuando el cuñado de Viridiana, un hombre pragmático y materialista, detiene una carreta que pasa por su casa con un perro amarrado y lo compra para darle de comer. Inmediatamente después pasa otra carreta con otro perro igual, y sin embargo, para el final de la película, él ha logrado hacer más por un indefenso (el perro) que lo que Viridiana logra por sus “pobrecitos”.

Viridiana también sobresale por ser visualmente rica y sugerente. Las posteriores cintas de Buñuel son un poco estáticas, pero aquí la cámara se mueve, las sombras y luces son expresivas, es un agasajo visual a momentos.

Para verla propiamente, busquen el DVD de Criterion con su transfer en widescreen digitalmente masterizado.

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