Wednesday, July 19, 2006

MIERCOLES BLUES

Hoy, toda la televisión mexicana es un circo de tres pistas, tal vez de diez. Honestamente, sinceramente, sin ironía, me da lástima la pobre gente que no tiene otra opción de entretenimiento televisivo en sus vidas que no sea lo que Televisa, TV Azteca, etc les ofrecen.

Digo esto porque en los últimos meses viviendo con mi novia, sin la comodidad del cable, ocasionalmente he visto la televisión local, y neta que es algo perturbador.

Hoy en día, todo es sobre sexo. Y no quiero ser malinterpretado. Me gusta el sexo. Me gustan las cosas cachondas, me gusta ver viejas bien buenas en shortcitos, no tengo nada en contra de la explotación de los cuerpos de los seres humanos, si eso es lo que esas personas están felices de hacer de sus vidas. Para mí sería chido que la televisión abierta transmitiera películas porno en las noches. Sería un hombre feliz, no habría quejas de mi parte en ese sentido. Lo que no me gusta es la extraña sensación que me da, la incomodidad que me hace sentir ver la doble moral, la sucia manera en que el sexo, las cosas sexuales, los “taboos” se han mezclado en la televisión con todas las otras cosas que hay dentro de la cajita del infierno.
Ahora te despiertas un sábado a las 9 de la mañana y el Canal de las Estrellas, con sus colores chillantes, rosas, morados, azules, verdes, rojos, te pone a Maribel Guardia semidesnuda con Latin Lover en un bizarro programa de concursos en el que todos los concursantes son modelos, y de alguna u otra forma siempre terminan quitándose la ropa, tocándose, y bailando alrededor de un tubo. Todo esto ante un público en vivo conformado por señoras, niños, abuelitas, y amigos de los empleados de Televisa. Luego de un corte pasan a un “homenaje”, una “semblanza” a la trayectoria de grandes figuras de la televisión mexicana como Paty Navidad, en el que incluso hay tiempo para las remembranzas tristes y que la “actriz” en cuestión se eche una lagrimita, con un subtítulo debajo de ella que dice: “sus inicios fueron muy humildes”, acompañada de música sentimental de piano. Esto, por supuesto, es extremedamente pacheco y pesadillesco para mí. Especialmente un sábado a las 9 de la mañana, recién despertadito, echándote un café.
Es esta esquizofrénica capacidad de la tv actual de ir de la cachondez gratuita total al sentimentalismo barato en cuestión de segundos lo que me perturba profundamente. Especialmente porque siento un elemento común debajo de ambos estados de ánimo: el morbo. Es lo mismo, se dan cuenta, ver a una vieja bien buena encuerarse a ritmo de regaetton que ver a otra vieja bien buena darse una vueltecita y llorar al recordar sus humildes inicios. La revolución sexual ha desembocado no en una apreciación inteligente de las cuestiones sexuales por las masas, sino en su asimilación superficial y mórbida. Todo lo que sea sobre sexo es válido excepto reflexionar al respecto.

Y por alguna razón, al estar meditando sobre esto, recordé que a la par de esta explosión de “liberalismo sexual vacío” en la tele (no sólo en México, sino en el mundo entero), se ha desarrollado otra corriente que cada día es más fuerte: el fervor religioso. Sí, desde el 9/11, en Estados Unidos y el mundo, la religión se ha hecho más importante, la búsqueda espiritual. Y al mismo tiempo, el sexo domina los mensajes que recibimos de los medios. Es como ese hecho innegable acerca de que las películas más repudiadas públicamente son las pornográficas y también las más vendidas.
Se podría explicar en términos puramente biológicos. Ante una realidad desesperanzadora, ante la posibilidad de muerte y destrucción como algo tangible, el impulso de vida, el sexo, toma fuerza. Mientras, la necesidad del hombre de “algo más”, también. En cualquier caso, el elemento común de estas dos corrientes, además del morbo, es la negación.

Y hasta el momento, creo que el siglo XXI será recordado como el siglo de la negación, de predicar una cosa y hacer otra, de tener la realidad enfrente y voltear la cara.
Los contrastes son dramáticos. Lo que sabemos de la realidad y lo que decidimos tomar de ella son visiones casi opuestas. Tenemos un planeta al borde de irse a la basura, con calentamiento global y contaminación casi irreversibles, con sistemas económicos y políticos que asesinan a la mayoría de los seres humanos que habitan este lugar, con guerras, diferencias milenarias, enfermedades sociales y odio. Y nunca en nuestra historia habíamos tenido una conciencia global tan completa de nuestra propia situación como ahora. ¿Y qué hacemos nosotros? Elegimos ignorarlo. Tomamos comfort en universos seguros donde lo atrevido es ver a Maribel Guardia en calzones a las 9 de la mañana. A juzgar por la televisión, el sexo es básicamente la única preocupación que tenemos. El sexo y nuestras ipods, compus, carros, ropa...y nuestra fe en Dios, o la religión, o lo que cada persona elija como creencia ante el vacío de lo que encuentra alrededor.
Yo, por supuesto, creo que si queremos evolucionar, esto tiene que cambiar. Llevamos muchos siglos haciendo todo al revés, y en algún momento, simplemente las cosas van a cambiar.

Algún día, los seres humanos van a voltear al pasado y se asombrarán de lo banales que fueron. Les parecerá gracioso que las calles estaban llenas de anuncios espectaculares que bloqueaban la vista del cielo, que un siglo se fue en pelear un combustible fósil que de todos modos se iba a terminar, que hubo una ocasión en que mientras un país como Estados Unidos sufría por el sobrepeso de su población, un continente como África moría de hambre, que los seres humanos se peleaban por cosas tan poco importantes como preferencia sexual y fe, que la gente disfrutaba más la idea del sexo que el sexo en sí, que se interrumpían las películas para poner comerciales, que el arte era la última preocupación de los gobiernos, que había gobiernos, que había dinero y era importante....o tal vez no, tal vez simplemente yo también esté instalado en mi propia negación, porque nada de lo que describí en los primeros párrafos de este escrito da algún indicio de que lo que describo en este último vaya a suceder, no por el momento al menos. Tal vez todos deberíamos de aceptar nuestra derrota, prender la tele y verla contentos. Quejándonos, pero contentos.

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