Thursday, November 16, 2006

VOLVER

Pedro Almodóvar es un maestro. Casi nadie lo pone en duda, excepto esos geeks que siempre existen por ahí que les gusta ser anti establishment y criticar lo que en realidad no vale la pena criticar. El típico ser infeliz, como dice Julian Schnabbel en SKETCHES OF FRANK GHERY, que ve APOCALYPSE NOW y se queja de que Robert Duvall está sobreactuando. Almodóvar es de esos, más allá del bien y del mal. Salvo verdaderos desatinos, como KIKA, el tipo simplemente hace un cine inclasificable dentro de los parámetros de lo bueno y lo malo, y a uno no le queda más que admitir en algún momento si la película gustó o no gustó.
Su facilidad como narrador es impecable. Como David Lynch, te puede mantener entretenido con las cosas más absurdas por dos horas y tú no lo notas. Va del drama a la comedia al melodrama al film noir a la nostalgia pueblerina al punk de una forma personal y obviamente suya. En sus últimas películas, las tramas han llegado a ser tan impredecibles y llenas de giros que se convierten en el tipo de películas que cuando alguien te pregunta de qué se tratan, no sabes ni por dónde empezar. VOLVER, es un poco demasiado para mí. Llega un punto en el que ya estaba cansado de tanto ir y venir. La odisea del personaje principal me resultó excesiva, pero específicamente la subtrama de Carmen Maura terminó por darme hueva. Hay algo acerca de Almodóvar cuando se pone meloso que no me gusta. La onda reconciliatoria, buena vibra, girls just wanna have fun que agarra VOLVER para el final es débil en intensidad, comparada con los momentos iniciales, sórdidos, de la ama de casa que limpia la sangre del asesinado en su cocina con servilletas. Cuando Pedro se pone denso, cuando quiere ser Hitchcock, me tripea mucho más que cuando quiere ser lindo.

Esto es algo que se nota hasta en las actuaciones. Y perdón, porque siento que voy contra la corriente aquí, pero Carmen Maura me desesperó, igual que el resto de las actrices exceptuando a Penélope Cruz (more about that later). Con el tono juguetón que manejan, no sé…la ñoñez fue un turn off.
Penélope, oh, Penélope. La virtud más grande e indiscutible de VOLVER radica en regalarnos, por fin, a Penélope Cruz. Después de convertirse casi en una tortura (es doloroso verla hablar en inglés) en todas esas películas gringas donde sólo la usan como atractivo visual, es francamente brutal verla rockear la pantalla de la forma en que lo hace aquí. Este es el papel de su vida y ha tomado la oportunidad como los grandes y neta que, estoy seguro casi nadie estará en desacuerdo conmigo (excepto los 2 o 3 geeks), el tour de force que pasa su personaje se vuelve creíble y simpático, gracias a ella. Es imposible no enamorarse de este personaje. De hecho, VOLVER le debe a su actuación la mayor parte de su encanto, a pesar de los toques visuales maestros de Almodóvar (es obvio que el tipo es un genio y hace todo con una clase y una maestría que distrae de los defectos de la película), de la banda sonora excelente y de la manufactura en general.

Y que irónico que nadie la ha usado tanto como dulce óptico como Almodóvar también. Se ve simplemente radiante. Se nota el amor que le tiene su director. Recuerda a Sophia Loren (hasta le pusieron un culo prostético para que se viera más monchosa). Hubo largos periodos de tiempo en los que en realidad yo estaba más interesado en simplementa verla a ella que en lo que sucedía a su alrededor, y me molestaba que desapareciera de la pantalla, especialmente para ver a las otras actrices, que simplemente se quedan en el camino.
Pero sí, too much. Esto no ha detenido a nadie de elogiar la película desmesuradamente. Me pregunto si Almodóvar no sufre lo opuesto a Martin Scorsese. Es decir, un constante lameculismo que no siempre corresponde a lo que está en pantalla (mientras Scorsese tiene que seguir tolerando que se le acuse de todo menos de ser un gran cineasta trabajando bastante bien). Hay algo de borreguismo en todo esto, pero en realidad no importa, tampoco nos vamos a poner muy densos. Después de todo, es mejor un Almodóvar excesivo y descontrolado que diez cineastas equis sin nada particular o interesante que decirle a nadie, ni a ellos mismos. Y siempre va a ser mejor un tipo que puede poner a Penélope Cruz a actuar de verdad y hacernos ver la pantalla como si fuera un milagro, que otro perfectamente correcto y olvidable.

EN EL HOYO




EN EL HOYO, es para los parámetros del cine mexicano, todo un logro técnico y visual. Es una película impactante de ver, entretenida, moderna, pulsante con energía. Lo más probable es que acabe ganando un montón de premios. Su manufactura de primer mundo retratando al tercer mundo es rete atractiva para los festivales y los mercados de cine de la actualidad. Es totalmente trendy.

Sin ninguna narrativa o intento de narrativa coherente, EN EL HOYO trata básicamente de un grupo de los miles de trabajadores que laboraron en la construcción del segundo piso del periférico del D.F., los obreros que conforman el último eslabón en una cadena gigantesca, y que hacen un trabajo por el que lo más que reciben es un sueldo bastante miserable.

Juan Carlos Rulfo sabe cómo hacer visualmente atractiva una premisa de este tipo. No hay un solo momento en toda la película en que no estemos conscientes de la magnitud de la obra, incluso si no conocemos bien el periférico. Tomas hechas desde las alturas, colgados junto con los obreros en las columnas, time-lapses larguísimos, y una banda sonora que no descansa. Cuando no estamos escuchando los ruidos propios de la ciudad de México (que cualquier que haya estado ahí sabe nunca terminan o se dan algún descanso), escuchamos música hecha de los sonidos de las maquinas y los autos, algo parecido a lo que Bjork hizo en Dancer in the Dark.

En ese sentido, EN EL HOYO es un éxito. Nunca una película me había hecho sentir tan “dentro” del DF. Cada escena tenía un eco de reconocimiento. Si has estado ahí, al ver esta cinta sabes que estás en el DF y no en ningún otro lugar. También logra transmitir la sensación de peligro de muerte constante que implica ser un obrero en un proyecto como este, donde la mitad del día se la pasan amarrados ante el precipicio y, como sucede en un determinado momento, muchos pueden caer hasta el fondo y tal vez no vivir para contarlo.

Todo esto es alternado con entrevistas de un grupo de trabajadores: unos cuantos obreros, un transportista, y una vigilante que noche a noche aguarda frente a los conos naranjas con la esperanza de no ser atropellada. Sus perspectivas son interesantes, como con la chica, que habla de los fantasmas de los obreros muertos caminando cerca de la obra; o el transportista, quién tiene un nivel de reflexión profunda que ayuda a simpatizar con él inmediatamente. Los demás, no tanto, y es ahí donde todo esto falla. Rulfo no se decide a conocer a estos obreros más allá de la superficialidad de sus respuestas esquivas y parcas a temas demasiado generales como el amor, el trabajo, la vida…Los obreros viven con una careta de vacilón y juegos, y no parecen tomar nada en serio. Esto es gracioso al inicio, pero conforme la película progresaba comencé a sentir inconformidad porque quería saber más de estas personas y la información nomás no llegaba. “El Grande”, uno de los obreros, habla de tener tendencias violentas y poca paciencia, pero nunca llegamos a saber nada más sustancioso de él. El principal problema es que los personajes no pasan de la caricatura, a veces grotesca, del albañil chilango súper cotorro. Para eso, no tiene uno que ir al cine, sino nomás darse un rol por la ciudad. Al evitar estos confrontamientos que le darían humanidad a los protagonistas, nunca podemos realmente conocerlos detrás de la máscara. Cuando a uno de los personajes le preguntan, “¿Y el amor?”, y su respuesta, en su totalidad es: “Todo bien, todo bien en el amor”, solamente se repite lo que ha sido evidente por un rato ya en la película, y es que estas personas no se abren ni a chingazos y que bajo su respuesta escueta hay una verdad compleja que no vemos nunca ni por asomo, y por lo tanto, a pesar de lo “profundo” o “trascendente” o “vital” que pueda ser el tema del que se les cuestiona, no se puede decir que realmente conozcamos a estas personas ni sus verdaderas opiniones debajo del cliché, y en ese sentido, ¿para qué entonces, centrar el documental en su punto de vista en vez de simplemente hacerlo como un testimonio visual de la construcción de una obra arquitectónica urbana gigante? Pero bueno, tampoco arruina la película. Es bastante rica de ver y de sentir, como experiencia cinematográfica, y probablemente no vaya a afectar mucho ni en su éxito en taquilla ni en su recepción de premios. Todo bien, pues. Next.

Thursday, November 02, 2006

LOS DIFUNTOS

Lo voy a decir así pelón: THE DEPARTED (Infiltrados) es una obra maestra. Se une a MEAN STREETS y GOOD FELLAS como uno de los ejemplos más claros de chingonería en el cine de crimen. Está tan bien hecha y funciona tan perfectamente en todos sus aspectos que sales completamente feliz del cine por haberla visto. Te recuerda aparentemente sin ningún gran esfuerzo de por qué te gustan las películas. No es una obra que aspire a ningún tipo de grandeza y sin embargo, regodeándose en sus orígenes pulpy, se convierte en la combinación perfecta entre el cine como puro entretenimiento y lo que usualmente se llama séptimo arte.

El responsable es Martin Scorsese, a quién le dieron un guión que evidentemente funciona y lo hizo a la perfección. No he visto la serie de películas hongkonesas en las que se basa The Departed (Infernal Affairs), pero estoy curioso. Simplemente no se siente como un remake. Se siente como algo vivo por su propia cuenta, con su propia identidad, algo que curiosamente tiene que ver con el tema de la película.
THE DEPARTED se trata sobre dos personajes que mienten para vivir: un policía haciéndose pasar por gangster, y un gangster haciéndose pasar por policía. Es bastante simple, realmente, pero es puro cine con lo que esto se vuelve magistral. De la misma forma, la película, con su adaptación de Hong Kong a Boston hasta el último detalle, pareciera ser un remake pretendiendo no serlo.

La anécdota, que en primera instancia no suena nada interesante, es condimentada con todo lo que hace que una película esté chida. Los diálogos son intensos, llenos de humor y agilidad. La cámara se mueve fantásticamente de forma restringida (Scorsese se caracteriza por un estilo mucho más cinético que el que muestra aquí, creando tensión entre los personajes), y la trama va y viene de un personaje a otro deslizándose de forma tan suave que como espectador realmente sientes que la película se vuelve impredecible.
El punto clave de THE DEPARTED son los actores. Es un elenco de sueño con todos, absolutamente todos, luciéndose. No podría señalar a uno que no estuviera dando el máximo, pero especialmente Leonardo di Caprio es el que logra fabricar el personaje más inquietante, lleno de paranoia, emocionalmente destrozado, con una constante mirada de rata asustada que te hace sentir que en cualquier momento va a explotar. Pero no está solo. Matt Damon tiene amplio espacio para desarrollar su calculador criminal, y Jack Nicholson, como la personificación del mal, brinda una de sus actuaciones más coloridas. Mark Whalberg y Alec Baldwin se roban todas y cada una de las escenas en las que aparecen, y Martin Sheen te rompe el corazón. Es una competencia sana de talentos en la que todos salen ganadores. Hasta la chica, Vera Farmiga, está a la altura.

Scorsese siempre ha sido mejor como DJ que usando partitura original, y aquí vuelve a dar pruebas de que poner rolas pasadas es lo suyo. Nadie en el cine usa el rock como Martin Scorsese.

Yo no soy de los que ha criticado a Scorsese en los últimos quince años. Para mí, cualquier persona que no quiera reconocer el obvio valor de películas como La Edad de la Inocencia, Casino, Kundun, Bringing Out the Dead, Pandillas de Nueva York y especialmente El Aviador (una gran, gran película) están ciegos o son posers. Pero es obvio que THE DEPARTED tiene una energía especial, podías sentirla cuando la película corría y al salir por las reacciones de la gente. No había que buscarle mucho para darse cuenta que nos tenía a todos reteentretenidos, riéndonos en los momentos apropiados y sorprendidos, completamente rockeados con algunas de las escenas, especialmente cerca del final. Aunque la mitad de las críticas positivas para THE DEPARTED (que son básicamente unánimes hasta ahora) mencionan tediosamente que Scorsese por fin regresa a donde debe de estar (cine negro), yo no pienso subirme a ese bote quitándole mérito a una lista de películas tan chidas como las anteriores. THE DEPARTED es, simplemente, una lección de cine de un maestro que sabe exactamente como hacer esa precisa película.
Algo súper cool me sucedió antes de entrar a verla: Estaba con mis dos amigos haciendo fila en la dulcería para comprarnos una cerveza (“una cerveza con scorsese, a huevo”, decíamos) y esto estaba tomando demasiado tiempo. Un pobre tipo estaba atendiendo a todos de forma muy lenta y nosotros comenzamos a quejarnos. En nuestro malviaje, estábamos ensimismados. De pronto, uno de mis amigos escuchó que la persona de atrás hablaba sobre montaje y, por curiosidad, volteó. Espantado, de inmediato se volteó de nuevo con nosotros y dijo: “Almodóvar”. Apenas torcimos la cabeza, vimos que el pinche Pedro Almodóvar estaba detrás de nosotros en la fila de la dulcería, hablando por celular con alguien. Nos quedamos paralizados, como colegialas virginales cuando ven a algún ídolo idiota. No pudimos decir nada, además, claro, porque nunca dejó de hablar por teléfono y no se nos hizo cool interrumpirlo para saludarlo. Entró a ver THE DEPARTED, y al parecer la disfrutó mucho.

EL NICHO DE LOS CONFORMISTAS


Yo soy de la opinión que no hay mejor definición de una persona "cuadrada" que tener gusto por Nicho Hinojosa. La verdad, sólo pensar en que ese farsante ha podido hacer una carrera de arruinar canciones ajenas a costa del siempre pésimo gusto provincial semi ranchero de los regiomontanos promedio, con su visión industrial de la vida y su orgullo chauvinista que los hace celebrar rolas tan llanamente feas y deprimentes como "Santa Lucía" me provoca malestar físico, y ganas de vomitar. Y he aquí la UR, mi ex escuela, y sé, la ex escuela de la mayoría de las personas a las que les mando el link de este blog, invitando a una reunión de ex alumnos que define la visión que tiene la escuela sobre los graduados: gente en sus late twentys que pasaron de ser unos monstruos de la ebriedad a los 18 años, al adulto joven aburrido con pancita que se sienta en un sillón en una casa con muebles blancos y toca la guitarra inspirándose en Nicho Hinojosa (ahora que lo pienso, eso YA sucedía en la carrera, pero no al nivel de ser el atractivo oficial de la fiesta). No hay peor símbolo del conformismo en México que escuchar o celebrar de alguna forma la existencia de Nicho Hinojosa, o de la gente que lo escucha. Para mí, no hay diferencia entre eso y estar clinicamente muerto. Es anti cool, anti inteligente, anti crítico, anti buenaonda, anti sexy, anti todo. Realmente es anti todo. Fuck that.

SUNSHINE IN

En el presente, la comedia es, después del cine de terror para adolescentes, el género más económicamente viable. Usualmente implica mucho menos gastos que otro tipo de películas, y cuenta con la siempre útil etiqueta de ser primeramente escape para las patéticas vidas de los seres humanos de la actualidad. Esta simple lógica ha sido hábilmente asimilada por la industria cinematográfica de forma tal que si algo llega a las pantallas, tanto del cine americano como del resto del mundo, son comedias.

Pero la comedia es difícil también. Y no estoy hablando de los burdos y lastimosos excrementos que usualmente se nos quiere hacer pasar por comedias, ejercicios infantiles de mal gusto dirigidos a adolescentes vírgenes o personas adultas con inseguridades sexuales y gusto por chistes sobre fluidos corporales tipo Scary Movie. Tampoco estoy hablando de esas predecibles y deprimentes telenovelas que se hacen llamar “comedias románticas”, que nunca son graciosas excepto para mujeres adolescentes o treintañeras sin metas en la vida o matrimonios en crisis en etapa de negación. No estoy hablando del tipo de películas cómodas donde la gente va y se ríe de estupideces mientras engulle palomitas con mantequilla y coca colas gigantes preparándose para su muerte de un ataque cardiaco antes de los 60 años.

Estoy hablando de las verdaderas comedias. Esas pequeñas joyas que muestran el buen gusto incluso en situaciones escatológicas. De piezas de cine que caminan libremente entre la fina línea de lo puramente gracioso en términos físicos, lo ofensivo y la ternura que, como todo buen chocolate caliente, se asienta a mero abajo, oculta tras una capa de humor inteligente que incomoda solo a quien vive incómodo con su propia risa.
Este tipo de películas son tan raras que generalmente no se encuentran excepto en cintas que no son comedias, sino dramas salpicados de humor tipo BOOGIE NIGHTS o HAPPINESS, o si acaso en el tipo de películas extrañas de los hermanos Coen.

La década de los dosmiles es la década del humor ácido. Ningún comediante respetable y ninguna película humorística que se precie de serlo sin caer en los lugares comunes de los que hablé antes están fuera de dicha categoría. Solía haber dos maneras de ver el mundo: con risa o con llanto. Hoy, las buenas comedias usualmente hacen que el espectador se planteé: ¿Lloro o me río? La línea entre el drama y la comedia se hace cada vez más tenue.

LITTLE MISS SUNSHINE, en esos términos, es la mejor comedia del año y probablemente una de las mejores películas que vamos a tener del 2006. Sigue un poco con la línea que Wes Anderson inició en THE ROYAL TENENBAUMS, pero la calidez y la ausencia del marcado esteticismo de Anderson que le brindan sus directores Johnathan Dayton y Valerie Faris, la convierten en algo, precisamente, más real y menos acartonado o, para que no suene muy fuerte, fantasioso. La historia de LITTLE MISS SUNSHINE gira en torno a una familia completamente disfuncional donde el padre es un perdedor que da cursos de cómo ser un ganador, la madre lo odia, el abuelo inhala cocaína, el hijo se niega a hablar, y el cuñado gay pasa por una etapa suicida. La niña más pequeña, sueña con ganar un concurso de belleza para el que es más que obvio no tiene ninguna posibilidad. Es, justamente, el único tipo de familia que tiene sentido retratar en estos tiempos. Sería excesivamente aburrido ver, una vez más, una familia donde los problemas consistan en que el abuelo se siente viejo, la mamá abandonada, el padre apurado, y sean los hijos los que se drogan.

Un elenco de actores completamente entregados da vida con todo tipo de toques sutiles maravillosos a estos personajes infernales y los hacen simpáticos desde el primer momento. Y es la mirada de buena onda del guión y la dirección la que los hace ver como más divertidos que trágicos. Para el final de la película, después de estar con ellos por un par de días y volver al “mundo real” de concursos de bellezas y lo políticamente correcto, los únicos que parecen cuerdos son ellos.

LITTLE MISS SUNSHINE, con toda su frescura y buena vibra, con sus personajes entrañables y su elenco de primera, tardó cinco años en ser levantada como proyecto. A partir de su corrida en festivales ha ganado premios en Sundance y San Sebastián y ha sido una de las favoritas del público. Está a punto de recaudar los 60 millones de dólares en taquilla sólo en Estados Unidos. Una prueba más de lo ciego que puede ser el sistema ante lo que, visto en pantalla, parece lo más obvio. Que una película como LITTLE MISS SUNSHINE, precisamente por ser diferente, sobresale.