Wednesday, May 09, 2007

VIEJITOS CON ONDA

Peter Coyote tiene razón cuando dice que la diferencia entre los 60’s y las décadas siguientes es que hoy vas a un concierto a ver a alguien “actuar” la rebeldía, y en aquel entonces de verdad estabas viendo a un rebelde en el escenario. Cuando la actitud se mimetizó con la música como producto, el rock comenzó a morir un poco. Se ha convertido en otra faceta más del mercado, una hamburguesa distinta, por decirlo de alguna forma. Hoy en día, la verdadera rebeldía es difícil de encontrar en cualquier ámbito. El conformismo es la regla, y creo que hemos llegado a una situación en que las nuevas generaciones están tan dentro del sistema que ni si quiera se dan cuenta que su rebeldía es parte del mismo. La música “rock” como género musical, no tiene nada de diferente del pop, o de la balada romántica.

Darse una vuelta por MTV es una experiencia deprimente, eso es de todos sabido, pero aún las bandas independientes, oscuras, extrañas, no pueden evitarlo, “rockear” se ha transformado en un requisito. Ves a los tipos con su ropa rockera, su peinado cool, su maquillaje en los ojos, su actitud primero que nada, su necesidad de emular lo que han visto hacer a otros por cuarenta años, lo que sus padres vieron. It’s old. Plain old. Y cuando los jóvenes suenan a viejos, la cosa es bajoneante. El deja vu se ha convertido en lo más común. Los artistas se escuchan iguales, se ven iguales, proponen lo mismo una y otra vez. Algunos son más únicos que otros, pero es raro el que sobresale como un verdadero original. A más opciones de distribución, menos probabilidades de encontrar la aguja en el pajar.

Todo esto viene a colación porque me he dado cuenta que, en los últimos tres meses, los discos que más he disfrutado son de “viejitos”. Francamente me he cansado del trip “rockero” juvenil, de la necesidad de “demostrar” frescura, del coolness antes de la música y las letras vacías y muchas veces superficiales. Probablemente sea una fase, pero es una fase que ha resultado rica. A veces, un ruco sin nada qué demostrarle al mundo se saca de la manga cosas mucho más interesantes, substanciales y finalmente, modernas, que lo que cualquier güerco puñetas podría. La paradoja es esa precisamente, que la música de los viejitos me está sonando más fresca y nueva que la de los espermas.
Ali Farka Touré nació en Malí en 1939 y murió ahí en marzo del año pasado. Miembro de la nobleza de su país, a pesar de las protestas de sus padres se enseñó a tocar la guitarra y a tocar el blues, género que tiene sus orígenes por esas regiones. Igualmente influenciado por la versión “original” de este género que por la americana, vivió feliz haciendo esto como su hobby, siempre inspirando respeto y admiración, mientras se dedicaba a lo que él consideraba su vocación: la agricultura, como granjero de arrozales. Durante los últimos años de su vida fue además alcalde de su pueblo. Ry Cooder lo “descubrió” en los noventas y le dio fama mundial, pero aún así, a pesar de probar las mieles del éxito y recorrer el mundo tocando, prefirió retornar a su país y vivir como agricultor, hasta hace un par de años, cuando se le diagnosticó cáncer en los huesos, y de pronto, el tiempo se acababa.

SAVANE, su último disco, suena exactamente como el último disco de alguien que sabe que lo es. Cuidadosamente elaborado y simple, completo. Un recorrido por África y sus raíces musicales en una mezcla unificadora de blues y algo de reggae. Toure no es un rock star. No necesita de solos espectaculares ni de presumir sus habilidades por encima de nadie. En su disco, una y otra vez se hace acompañar de coros, saxofones, harmónicas, todos luciéndose de una forma tan sutil que hipnotiza. El sentimiento es su mejor arma y lo sabe. Sientes una calma que viene con la madurez y la claridad que un adolescente no puede tener. Sus letras, que igual abarcan contenido social que mitos, leyendas y poemas sobrenaturales, te hablan de un ser humano que ha vivido lo suficiente como para aceptar con paz y dignidad el fin de su existencia. La rebeldía superficial se la deja a los chamacos. No es un disco que “rockeé” en el sentido que nuestras mentes alimentadas por medios masivos tenemos fijado, sino en el sentido profundo. SAVANE es un disco de paisajes internos. Cada sonido envuelto en virtuosismo parece estar ahí con el único objetivo de darte un poco de placer. Y finalmente, de verdad, rockea.


Desde Rumania, un grupo de caballeros de la mediana a tercera edad han demostrado que para rockear alteradamente, brincar, bailar y hacer desmadre como demente ni siquiera necesitas una guitarra. Originarios de un pueblo remoto llamado Zece Prajini (que significa literalmente “Diez Campos”), habitado por 400 personas, los doce integrantes de Fanfare Ciocarlia (una parte considerable de su población), han heredado el oficio de hacer música de sus antepasados quienes lo han hecho por generaciones. Son gitanos, y sus tataratatarabuelos les han ido pasando sus instrumentos de metales (trompetas, trombones, etc.) mismos que nunca han cambiado y que han perdido el brillo que tuvieron en algún momento hace cien años. No saben leer música, pero saben tocarla de una forma extraordinaria. Comenzaron como grupo de bodas en la región, actividad en la que, se dice, han llegado a tocar 30 horas seguidas como locos con tal de seguir la fiesta. Eventualmente, con la globalización, fueron descubiertos y llevan varios discos, de los cuales, GILI GARABDI, el último, es definitivamente el mejor. Sólo basta ponerlo para comenzar a bailar. No tienen empacho en mezclar la música balcánica con el jazz americano. Cuando se les preguntó si podría haber influencia del jazz gringo en la música de vientos balcánica, el más viejo de ellos contestó: “¿Quién puede decir que nuestros primos que emigraron a Estados Unidos no ayudaron a inventar el jazz allá?”.

El disco en cuestión es una completa fiesta desmadrosa. Se avientan desde el tema del 007 hasta una versión sabrosísima de “Caravan”. Y hay lugar para lo sublime y lento, para bailar despacito, aunque siempre volviendo a los brincos. Otra referencia extraña es lo mucho que esta música suena como el género banda de Sinaloa y el noroeste de México. Hay momentos en que literalmente parece que estamos escuchando quebradita o que va a entrar a cantar Valentín Elizalde. En su disco anterior, Baro Baio (Una Boda Internacional o algo así), ya están fuertes, pero en este último, el nivel de virtuosismo es mucho muy sorprendente. Aquí hay momentos para el lucimiento de todos, y lo único que queda es tener la esperanza de algún día poder verlos en vivo. La gente que lo ha hecho termina con los pies hechos mierda de tanto bailar, ¿Y quién no quiere acabar hecho mierda de tanto bailar?

De los discos que voy a recomendar, ESTUDANDO O PAGODE, del brasileño Tom Zé, es definitivamente el más complejo, extraño y melódico. También es mi favorito. Mi experiencia con este disco fue amor a primera oída. Hasta el día de hoy, me ha resultado imposible encontrar una traducción respetable de las letras, y aunque tengo una noción bastante clara de sobre qué trata, la verdad no es algo que inicialmente me haya importado mucho. Este tiene que ser uno de los discos más inventivos, creativos y frescos que haya escuchado en mucho tiempo. Rola tras rola, cambio de ritmo tras cambio de ritmo, acorde tras acorde, este disco es sorprendente. Tom Zé, es un ex bossanovista ex tropicalista de 70 años de edad. Un verdadero ruco. Old school. Empeñado en molestar. Su música, por toda su simpleza y pegajosidad, es elaborada hasta en el más mínimo detalle. Su disco, es una obra de arte completa, pensada, con un discurso fijo, tan divertida como intelectual.

“Yo no hago música”, dice, “hago periodismo cantado”. Se refiere a la naturaleza provocadora de sus letras, en cuyo discurso incorpora la música, los géneros y los sonidos como herramientas para la expresión de ideas que, como lo indica el título, “estudian” a la música misma, a la cultura brasileña, y en el caso de este disco, a la opresión histórica del hombre sobre la mujer. Elaborado en el formato de una opereta, dividido en tres actos, ESTUDANDO A PAGODE es un análisis lleno de ritmo, primero, del género de la pagoda, popular entre los barrios de nivel socioeconómico bajo de Brasil, caracterizado por sus letras sexistas y su visión machista del mundo, y a partir de ahí, de toda la cultura global, en la que, primero, la mujer ha sido vista como un “mal necesario” y una “bendición”, pero siempre convertida en objeto, incluso en nuestros días, en nuestra hipócrita cultura moderna, en la que la mejor herramienta de venta de cualquier cosa, ya sean frijoles, rocas o autos, es poner por ahí a una vieja bien buena en pelotas.

Sus letras son políticamente incorrectas, y hablan del machismo siendo machistas, de la opresión de la mujer oprimiéndolas, dándole a unos lo que piden poniéndoles la cáscara de plátano por debajo para que caigan. Con la ayuda de varios cantantes masculinos y femeninos, en la opereta intervienen personajes históricos, mitológicos, bíblicos y culturales del Brasil moderno. Hasta la letra de “All You Need is Love” de Los Beatles es satirizada de forma mordaz. La música, es un goloseo de guitarrazos suaves y novedosos, de percusiones y efectos auditivos modernos. Zé hace lo que un joven nunca haría: le pide ayuda a músicos más jóvenes para que su música no suene vieja. ¿Habrá güercos ahí afuera que le pidan ayuda a los rucos para que su música no suene tan banal y simplona? Incluso inventó un instrumento musical surgido de las regiones de la pagoda brasileña, hecho con las hojas del ficcus, y que hace un sonido que se podría definir como de mosquito agonizante. La ricura de este disco da para muchas muchas muchas oídas. La irreverencia es tanta que sólo un viejo podría explayarse así en ella. Nada mejor que una canción que hable del amor, y de un hombre haciendo un pacto con una mujer para lograr la igualdad de género (sin que ella intervenga nunca) para luego ser interrumpido por una que le dice: “Mangos, eres un bueno para nada”. O con el final feliz de buena vibra y amistad entre los sexos, sólo para rematar con una voz que nos recuerda que es hora de comenzar a recapitular sobre lo acontecido a la mujer en los últimos siglos, como diciendo: “nada ha terminado, nada ha empezado”.

Si a alguien le interesa escuchar alguno de estos tres discos, estaré contento de pasárselos via yousendit.com, o denme un cd y se los quemo.

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