Thursday, November 02, 2006

SUNSHINE IN

En el presente, la comedia es, después del cine de terror para adolescentes, el género más económicamente viable. Usualmente implica mucho menos gastos que otro tipo de películas, y cuenta con la siempre útil etiqueta de ser primeramente escape para las patéticas vidas de los seres humanos de la actualidad. Esta simple lógica ha sido hábilmente asimilada por la industria cinematográfica de forma tal que si algo llega a las pantallas, tanto del cine americano como del resto del mundo, son comedias.

Pero la comedia es difícil también. Y no estoy hablando de los burdos y lastimosos excrementos que usualmente se nos quiere hacer pasar por comedias, ejercicios infantiles de mal gusto dirigidos a adolescentes vírgenes o personas adultas con inseguridades sexuales y gusto por chistes sobre fluidos corporales tipo Scary Movie. Tampoco estoy hablando de esas predecibles y deprimentes telenovelas que se hacen llamar “comedias románticas”, que nunca son graciosas excepto para mujeres adolescentes o treintañeras sin metas en la vida o matrimonios en crisis en etapa de negación. No estoy hablando del tipo de películas cómodas donde la gente va y se ríe de estupideces mientras engulle palomitas con mantequilla y coca colas gigantes preparándose para su muerte de un ataque cardiaco antes de los 60 años.

Estoy hablando de las verdaderas comedias. Esas pequeñas joyas que muestran el buen gusto incluso en situaciones escatológicas. De piezas de cine que caminan libremente entre la fina línea de lo puramente gracioso en términos físicos, lo ofensivo y la ternura que, como todo buen chocolate caliente, se asienta a mero abajo, oculta tras una capa de humor inteligente que incomoda solo a quien vive incómodo con su propia risa.
Este tipo de películas son tan raras que generalmente no se encuentran excepto en cintas que no son comedias, sino dramas salpicados de humor tipo BOOGIE NIGHTS o HAPPINESS, o si acaso en el tipo de películas extrañas de los hermanos Coen.

La década de los dosmiles es la década del humor ácido. Ningún comediante respetable y ninguna película humorística que se precie de serlo sin caer en los lugares comunes de los que hablé antes están fuera de dicha categoría. Solía haber dos maneras de ver el mundo: con risa o con llanto. Hoy, las buenas comedias usualmente hacen que el espectador se planteé: ¿Lloro o me río? La línea entre el drama y la comedia se hace cada vez más tenue.

LITTLE MISS SUNSHINE, en esos términos, es la mejor comedia del año y probablemente una de las mejores películas que vamos a tener del 2006. Sigue un poco con la línea que Wes Anderson inició en THE ROYAL TENENBAUMS, pero la calidez y la ausencia del marcado esteticismo de Anderson que le brindan sus directores Johnathan Dayton y Valerie Faris, la convierten en algo, precisamente, más real y menos acartonado o, para que no suene muy fuerte, fantasioso. La historia de LITTLE MISS SUNSHINE gira en torno a una familia completamente disfuncional donde el padre es un perdedor que da cursos de cómo ser un ganador, la madre lo odia, el abuelo inhala cocaína, el hijo se niega a hablar, y el cuñado gay pasa por una etapa suicida. La niña más pequeña, sueña con ganar un concurso de belleza para el que es más que obvio no tiene ninguna posibilidad. Es, justamente, el único tipo de familia que tiene sentido retratar en estos tiempos. Sería excesivamente aburrido ver, una vez más, una familia donde los problemas consistan en que el abuelo se siente viejo, la mamá abandonada, el padre apurado, y sean los hijos los que se drogan.

Un elenco de actores completamente entregados da vida con todo tipo de toques sutiles maravillosos a estos personajes infernales y los hacen simpáticos desde el primer momento. Y es la mirada de buena onda del guión y la dirección la que los hace ver como más divertidos que trágicos. Para el final de la película, después de estar con ellos por un par de días y volver al “mundo real” de concursos de bellezas y lo políticamente correcto, los únicos que parecen cuerdos son ellos.

LITTLE MISS SUNSHINE, con toda su frescura y buena vibra, con sus personajes entrañables y su elenco de primera, tardó cinco años en ser levantada como proyecto. A partir de su corrida en festivales ha ganado premios en Sundance y San Sebastián y ha sido una de las favoritas del público. Está a punto de recaudar los 60 millones de dólares en taquilla sólo en Estados Unidos. Una prueba más de lo ciego que puede ser el sistema ante lo que, visto en pantalla, parece lo más obvio. Que una película como LITTLE MISS SUNSHINE, precisamente por ser diferente, sobresale.

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