Friday, October 20, 2006

REALMENTE PINCHE

Qué irónico que justamente una semana antes de visitar el Palacio Real de Madrid, el día 12 de octubre (que nosotros en América tenemos que tolerar como “el día de la raza”) yo descubrí de verdad asombrado que acá en España lo celebran como “el día de la hispanidad”. Mi reacción inicial no ha cegado, y es la de un mexicano encabronado por el cinismo con el que los españoles se jactan de tener una conexión con Latinoamérica, un concepto que aquí realmente no existe, aquí se le llama Iberoamérica. O sea que el 12 de octubre, mientras nosotros allá en el rancho “celebramos” de manera simbólica la diversidad, acá hacen fiesta, aunque no lo dicen, por la masacre que constituyen sus 400 años de imperio sobre el continente americano. No es cualquier celebración. No es como en México que el 12 de octubre nadie lo pela. Aquí es asueto obligatorio y hay un desfile que, me cuentan los que lo vieron, es espectacular, con despliegue militar y toda la cosa.

Irónico, repito, que una semana después me fui a meter al Palacio Real, construido en los 1700 básicamente con todo el oro que se trajeron de allá. El lujo de este lugar es obsceno, como normalmente sucede con la realeza, y va de lo asombroso a lo francamente insultante. Salas gigantescas con frescos, esculturas, objetos de arte por encargo. Ilustraciones en los techos que retratan los cuatro elementos, la vida planetaria, la iluminación, como hechos propios de la monarquía. Salas pequeñas designadas para todo tipo de actividades frívolas: fumar, tomar el té, platicar; en ocasiones al lado o no muy lejos de una capilla exclusiva o una sala de oración. La doble moral es el oxígeno del absolutismo.

El palacio gigantesco. Cuatro pisos en la superficie y cinco subterráneos. En dos horas vimos unas 25 salas de un total de 2400. Más un extensísimo, enorme bosque que los reyes utilizaban para su entretenimiento en actividades como la caza de jabalí, oso, bestias de ese tipo…Paredes de mármol, de porcelana, cubiertos, trofeos, armaduras. La colección más completa de violines Straduvarious del mundo.
El grupo con el que estaba, todos de América, observábamos con estados de ánimo que iban del asombro a la burla. En las salas para banquetes, con sus mesas largas para cientos de personas, ponían en medio centros de mesa gigantes para que la gente un lado no hablara con la del otro. Tampoco un individuo podía hablar con el que estuviera a su derecha, pues su menor rango se lo impedía, sólo podía hablar con el de su izquierda.

Todos los muebles, pinturas, platos, absolutamente todo conservado en perfecto estado. Algunas armaduras desde el siglo IX. Al salir, mi mente no podía deslindarse mucho de la idea de que si los españoles, al invadir América no hubieran sido tan idiotas e ignorantes y no hubieran decidido destruir todo lo que representara la cultura de esas tierras, tal vez hoy podríamos todos tener una idea más clara y fiel de la manera en la que vivían los pueblos mesoamericanos. Me refiero al esplendor, al lujo y la atención al arte que esos pueblos tenían también. Ver Tenochtitlán como la veían ellos, y no como un montón de ruinas. Contraponer su palacio con cualquier ruina nuestra es un recordatorio de la constante estupidez del ser humano.

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